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martes, 16 abril 2024
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Nuria Varela lanza el ensayo ‘Cansadas’: «La misoginia de Trump ya no se tolera, ahora el machismo es mucho más sutil»

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La periodista, escritora y experta en violencia de género y políticas de Igualdad Nuria Varela, llama en su nuevo libro ‘Cansadas’ (Ediciones B) a «una reacción feminista frente a la nueva misoginia» esa que, afirma, reproduce el machismo de toda la vida pero con una forma «mucho más sutil» porque las manifestaciones directas «como las de Donald Trump» ya no encuentran respaldo social tan fácilmente.

«El patriarcado es el sistema de dominación más antiguo y universal y lo que vemos es que tiene gran capacidad de adaptación. Ahora se da cuenta de que si es directo como Trump hay una reacción social porque esa misoginia brutal se percibe muy bien y ya no se tolera socialmente de forma tan fácil, así que se ha vuelto mucho más sutil, más difícil de ver y por tanto, más difícil que la sociedad lo detecte y reaccione en contra», explica en una entrevista con Europa Press.

Esta es la nueva misoginia en la que se centra ‘Cansadas’, un ensayo que aborda la «sociedad del simulacro» de la igualdad, donde el discurso dista de la práctica; desde el punto de vista de la generación de mujeres que ahora rondan los 40 años, aquellas que tuvieron que poner en práctica los avances teóricos logrados por sus predecesoras en la Transición, como entrar en masa en la Universidad o en el empleo cualificado, y lo hicieron sin gloria ni reconocimiento.

«Es una generación muy silenciada, que hemos sido vanguardia sin contarlo y pioneras en muchos ámbitos. Muchas renunciaron a la maternidad y otras la postergamos hasta el límite de los 40 años. Esto significa que ahora nos ha pillado la crisis con proyectos de vida que tenían una lógica y ahora no tienen continuidad porque además, tenemos hijos demasiado pequeños y padres demasiado mayores y todo el peso de los cuidados recae sobre nosotras. Somos como un sandwich», explica.

Es esa generación donde Varela sitúa el cansancio, ese que según dice, sale a relucir en cada conversación casi como una fórmula más de cortesía: «¿Qué tal? Bien, cansada pero bien». «Responde a dos situaciones, por un lado está lo obvio y es el cansancio físico real motivado por las dobles y triples jornadas, el peso de los cuidados, el mito de la belleza, la presión sobre el propio cuerpo y la patologización de todo lo que son procesos naturales en el mismo», apunta.

«Por otro lado –prosigue–, hay una parte mucho más sutil que es esa nueva misoginia, es decir, la misma ideología y la misma forma de ver el mundo pero mucho más sutil y frente al que estamos en una guerra no declarada», apunta.

Se refiere a lo que llama una «sociedad del simulacro» en la que «no habrá nadie ya que no haga un discurso políticamente correcto sobre las mujeres» y que no se declare pro igualdad, aunque ninguno de los indicadores muestra que esta realmente exista en algún ámbito, con la excepción de la universidad y obviando las diferencias de género por especialidades.

Además, «cuando se baja a lo particular» y se pregunta a los ciudadanos «quién tiene que dejar el trabajo si hay necesidad o renunciar a todo si hay que mudarse, aún dicen que la mujer». «Incluso en violencia en general y en violencia sexual en particular, hay todavía una bolsa de gente que culpa a las mujeres», denuncia.

Estas posiciones se acentúan, según la experta, ante cualquier avance real o aparente de la igualdad y en España, «con sus particularidades» es eso precisamente lo que se está viviendo: «una reacción muy potente» tras «una época de muchísimo desarrollo legislativo en materia de igualdad» con la aprobación de la Ley de Violencia de Género, la Ley de Igualdad de Oportunidades o la Ley de titularidad de las explotaciones agrarias, entre otras.

«Cuando parecía que el feminismo estaba de enhorabuena y era capaz de ganar la batalla definitiva a la desigualdad, la violencia y la exigencia de sumisión, de nuevo el monumental edificio de la misoginia comenzó a emerger delante de nuestras narices. Lo peor es que nos pilló confiadas», dice en el ensayo.

Varela explica que a esa generación, al menos, la pillaron «desprevenida». «Nos habíamos dejado mucho para que todo fuera mejor y confiábamos en que así fuese, pero de repente vimos cómo aumentaba la violencia de género, que era algo en lo que nos habíamos empeñado, empezamos a ver cómo se restringían derechos para las mujeres, en el empleo, con los salarios, en todo; y nos vimos otra vez en las calles defendiendo el aborto, con todo lo que habíamos peleado ya», afirma.

En este sentido, incide en que «ni en un mal sueño» habrían imaginado que en los años siguientes «se acabaría hasta con el Instituto de la Mujer, la primera piedra de la igualdad tras el franquismo» mientras crecían todos los indicadores negativos: desde el paro y la pobreza hasta la brecha global de género, pasando por los presupuestos generales o «que policía y Guardia Civil cuenten con 6.800 efectivos menos para la lucha contra la violencia de género.»

«Para quienes creemos en los datos, estudiamos los indicadores y no ponemos en duda la palabra de las mujeres, es una obviedad que vivimos en una guerra no declarada; que estamos en medio de una contrarrevolución oculta tras un discurso aparentemente progresista, también. Parece evidente que es el momento de nuestra propia ‘reacción’. Al menos, las cansadas de estar cansadas estamos hartas», proclama en el ensayo, para concluir: «Hemos sido hormigas. Ya es hora de que nos toque ser cigarras».

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