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jueves, 25 abril 2024
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Murieron por la hipocresía

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Hoy he decidido escribir sobre un asunto que lleva unos días rondando mi cabeza. Se trata del hundimiento del submarino argentino “ARA San Juan” (S 42) y la pérdida de sus 44 valerosos tripulantes, entre ellos la primera oficial submarinista de la Armada de Argentina y única mujer de la tripulación.

Mi condición de ex- marino militar español y exsubmarinista hace que me sienta muy cercano a esta tragedia y que, como conocedor de las condiciones de vida en una nave de esas características, pueda llegar a intuir el sufrimiento padecido por esos valientes marinos.

Durante mi vida activa como marino militar preste servicio en submarinos de propulsión diesel-eléctrica de las clases “Daphne” y “Agosta”. Esta última clase es my parecida al S 42 argentino desaparecido. La clase “Agosta” es de patente francesa y los argentinos son de patente alemana pero son muy parecidos de tamaño y capacidades. Por tanto todo lo que aquí escriba será fruto de mi propia experiencia en estas naves de guerra.

Créanme si les digo que no me he decidido a escribir para hablar de la máquina y si para hablar de las personas, de esos 44 marinos desaparecidos. Ante todo quiero remarcar que los submarinistas, en general, son gente muy especial. Son marinos especialmente preparados para el esfuerzo, el riesgo y la tensión, y dentro de una máquina como esas tienes grandes dosis de todas esas cosas. Desde ese punto de vista quisiera tener un especial recuerdo para la oficial femenina, sin desmerecer a ninguno de los otros miembros de la tripulación. Quisiera recordarla porque ser mujer y elegir la profesión de marino, mayoritariamente copada por hombres, dice mucho de ella y si, además, eliges ser submarinista y aceptar todas las incomodidades de la vida diaria en estos buques sin duda es porque eras una mujer muy especial. Por todo ello quisiera decirte colega que con tu muerte en acto de servicio has honrado, más si cabe, la profesión de marino militar.

Los que hemos dedicado toda o parte de nuestra vida a navegar, da igual si lo haces como marino mercante, de pesca o militar, sabemos que el MAR es ese maravilloso paisaje en calma que nos cautiva y arrulla con su sonido, pero también es ese dragón furioso en la tormenta que, en ocasiones, nos reta a un duelo y decide quitarnos la vida y enviarnos al abismo, ese cementerio reservado para nosotros, los hombres del mar.

Esta idea de perder la vida en el mar no nos asusta, decidimos convivir con ella desde que elegimos nuestra profesión de marino. Los militares también somos conocedores de que nuestra vida un día puede finalizar en un combate en el mar. Esta idea tampoco nos asusta porque la asumimos al decidir convertirnos en militares y defender a nuestro país hasta las últimas consecuencias.

Lo que no cuenta jamás ningún marino militar es que la muerte venga a visitarnos vestida de hipocresía, mentira, traición, inutilidad o corrupción. Son enemigos con los que no contamos pero realmente son los responsables del fallecimiento de estos 44 valientes servidores públicos. Cuando hablo de la hipocresía me refiero a la de ustedes. ¿Quiénes son ustedes?

Pues esa gran cantidad de políticos y expertos periodistas que día a día se afanan en defender que es necesario reducir los gastos de defensa porque los militares no son necesarios. Y así se hace, muchos políticos, o bien desde la posición de convencidos o desde la de oportunistas, reducen hasta extremos impensables los presupuestos y el material envejece sin poder sustituirlo. En el caso de la Armada la vida útil de los buques se alarga más allá de lo admisible. ¿Y se preguntan ustedes qué ha fallado en el submarino? Son ustedes unos cínicos e hipócritas y directos responsables de este desastre.

Los submarinos como el S 42 tienen una vida útil de 20 años pero, durante la presidencia de la Sra. Kirchner y después de una reparación general, su vida fue prolongada hasta los 30 años. Bueno, fue un poco más grave porque en un discurso irresponsable ante muchos espectadores llegó a aventurar que podrían durar 60 años.

Lo realmente grave es que mientras la presidenta de Argentina afirmaba esto, sin tener la mínima idea de lo que decía, muchos mandos militares y expertos en construcción naval, que si la tenían, aplaudían la tontería. Ustedes, los queridos periodistas hacían correr ríos de tinta para que todos entendiésemos lo acertado de la decisión. La decisión a la que se referían su pongo que era la siguiente: “Que más da que estos chicos no tengan el material adecuado si ellos prometieron defender la nación y lo harán sea como sea”. El caso es que tenían y tienen razón y es por ello que a esos 44 submarinistas les denominaría valientes, héroes o simplemente servidores públicos y a ustedes, que no le llegan a ninguno de ellos a la altura de los talones, podría dedicarles adjetivos como cínicos, hipócritas, traidores y algún otro que me reservo para no perder la educación.

Como alguien que elige convertirse en miembro de la Armada de Argentina puede pensar que sus responsables ni siquiera se preocupen de dotarles de los medios adecuados, de preocuparse mínimamente por su seguridad en el mar. Como alguien que decide defender a su país desde un buque de la Armada puede pensar que los que mandan, que no están dispuestos a arriesgar nada, van a mentirles, traicionarles e incluso hacer negocios con su inseguridad. ¿No les da vergüenza? ¿serán capaces de mirar a los ojos de esos padres que han perdido a su hijo o hija, a esas viudas o viudos que han perdido a sus cónyuges, a esas novias y novios y a esos hijos que han perdido a su padre o madre?

Si tienen la desfachatez de presentarse en el funeral espero que esas caras no se borren jamás de su mente. Creo que aunque pueda parecer duro lo que digo todavía no es suficiente castigo para ustedes.

A los mandos de la Armada de Argentina, aunque me esfuerzo, no alcanzo a entenderles. Son sus hombres y sus familias, son su gente, no les mientan, se merecen el máximo respeto porque han dado su vida por su Patria. Es mejor reconocer que no saben qué ocurrió que engañarles, porque si lo que ocurre es que conocen la verdad y no la cuentan sería gravísimo y los responsables deberían pagar por ello.

Me gustaría aclarar una cuestión técnica. Cuando un submarino tiene un incendio en un cajón de baterías, así se llaman los compartimentos donde están alojadas, se procede inmediatamente a sofocarlo y se emerge. Esto parece que es lo que hizo el S 42 ya que su comandante comunicó a la base el incendio. Después de sofocar el incendio, si la batería ha quedado gravemente dañada se procede a anularla, quedando reducida la capacidad al 50 %. El cajón incendiado será ventilado constantemente para evitar la acumulación de gases, especialmente hidrógeno, que puede resultar altamente explosivo. A partir de este momento el submarino debe navegar en superficie por dos cuestiones fundamentales: tiene reducida su capacidad de propulsión eléctrica a la mitad y en el caso de una explosión la gravedad en inmersión es mucho mayor que en superficie.

Por todo lo anterior me permito apuntar que si el comandante informó de que había llegado agua del mar por el conducto de ventilación significa que esto se produjo estando la nave en inmersión y aventuro a afirmar que probablemente por un fallo en el snorkel (este tubo permite la entrada de aire para arrancar los diesel a profundidad de entre 10 y 15 metros y regenera el aire interior del buque). Si acto seguido emergió e informó de la avería nunca debió volver a sumergirse y debió solicitar navegar en superficie hasta su base o ayuda de un buque de superficie. Si el comandante dio la orden de inmersión se equivocó gravemente y si fueron los responsables de su base los que se lo ordenaron deberían ser juzgados por ello. Al comandante y la tripulación del S 42, lamentablemente para sus familias y para la Armada Argentina, ya les ha juzgado el Mar.

Me gustaría finalizar deseando que todo esto se aclare por el bien de sus familias y dedicarles un ¡Viva la Armada Argentina!

A vosotros, compañeros, os deseo un buen descanso en ese cementerio reservado a los valientes marinos, el fondo de nuestro mar.

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