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jueves, 28 marzo 2024

Crisis de Trípoli 2.0

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Tarhuna es una ciudad rural a unos noventa kilómetros de Trípoli. Durante años ha sido famosa por sus olivos y por ser el blanco de la mayoría de los chistes en Libia. Pero lo que no saben muchos libios es que Tarhuna fue la cuna de la mayoría de los reclutas que se incorporaron al ejército durante la era Gadafi. Durante décadas, la mayor parte de los individuos que se unieron a filas procedían de Tarhuna y de su localidad vecina, Ben Walid. Por tanto, no es sorprendente que los principales generales libios sean de Tarhuna, entre otros el actual comandante general del Ejército de Libia Oriental, Khalifa Haftier. El responsable de la Operación Dignidad ha ido fortaleciendo poco a poco sus lazos tribales, pero el proceso ha tardado en dar resultados porque el poder en Tarhuna ha estado en manos de la milicia Alkani, que se ha mostrado en contra de esta operación y se ha opuesto firmemente a Haftir.

Hace una semana, una brigada del ejército procedente de Tarhuna entró sin avisar en Trípoli y tomó un complejo militar situado al sur de la ciudad. Este hecho sorprendió a casi todo el mundo –la autodenominada Séptima Brigada anunció que iba a librar a Trípoli de quienes les llamaban el ISIS del dinero público (literal) y a poner fin a la corrupción devastadora que llevaba sufriendo el país en estos últimos años. Lo que diferencia a este movimiento militar de las fuerzas de seguridad de Trípoli es que la fuerza de Tarhuna está bien equipada y organizada y opera con una eficacia sin precedentes. Esto hace pensar que la brigada podría ser un vestigio de la infame Trigésima Segunda Brigada dirigida por su hijo, Khamis Al-Gaddafi.

Siete días más tarde nadie sabe seguro a quien es leal esta brigada. Los enfrentamientos con las milicias establecidas en Trípoli acabaron con la derrota de las fuerzas locales y se saldaron con treinta muertos y un centenar de heridos. Mientras se recrudecían los combates en el sur de Trípoli, el famoso comandante de la milicia de Misurata, Salah, anunció que apoyaba a la Séptima Brigada y sus esfuerzos por limpiar Trípoli. A medida que sus fuerzas avanzaban hacia la capital, el presidente del GAN, Faiz Serraj, hizo un llamamiento al alto el fuego y ordenó a las fuerzas leales a ese gobierno que interviniesen para mantener la paz. Este plan empezó a hacer aguas cuando desapareció Mohamed al-Haddad, comandante de la Zona Militar Central (se pensó que había sido secuestrado en su ciudad natal de Misurata). Serraj nombró a Haddad Comandante Supremo del Ejército Nacional con base en Trípoli y a Osama Juwaili comandante de la Zona Militar Occidental, encargándoles a ambos la misión de supervisar el alto el fuego utilizando fuerzas “neutrales”. En zonas urbanizadas de la capital empezaron a oírse disparos y a caer bombas. Se produjeron daños en Dahra (Hotel Waddan), Ben Ashour, Girgarish y Ghoat Shaal.

Pero quizá, lo más sorprendente fue el comentario extraoficial de la cúpula militar de la Zona Oriental y lo que opinan sobre la situación en Trípoli y de la Séptima Brigada, que fue la que lo inició todo. En las últimas veinticuatro horas, la Brigada de los Mártires de Trípoli y sus comandantes han perdido una gran parte de la capital en favor de las milicias del exterior: la base militar de Hamza, a manos de las Fuerzas de Misurata con Badi, la carretera del viejo aeropuerto del Cuartel General de Seguridad Interior a manos de las Fuerzas de Zintan y Ain Zara y Furjan, al sur de Trípoli, a manos de la Séptima Brigada de Tarhuna.

Nadie sabe qué ocurrirá en la capital Libia en los próximos días o en las próximas horas; quizá, en lo único en lo que están todos de acuerdo es en que la posición del GAN se ha convertido en irrelevante en cuanto a lo que está ocurriendo sobre el terreno.

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