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jueves, 28 marzo 2024
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La pandemia visualiza las carencias previas en América Latina y África, donde la situación «se recrudece»

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La organización Cesal ha alertado de que el coronavirus «no da tregua» y que en países de América Latina o África la pandemia «ha recrudecido la emergencia preexistente».

Por ejemplo, la ONG ha señalado que desde que el Covid-19 entró en Perú la vida de muchas familias vulnerables «ha dado un giro inesperado y drástico».

Es el caso de la familia Rupay Palomino, que vive en Huachipa, uno de los barrios marginales a las afueras de Lima. María es madre de dos hijos y hasta el inicio de la pandemia se ganaba la vida vendiendo pasteles. Durante el confinamiento vio paralizada su actividad y ahora que la ha retomado, sus ventas son escasas, por lo que, a duras penas consigue mantener a su familia.

Con su esfuerzo ha logrado que sus dos hijos estudien, pero no cuentan con los recursos suficientes para poder seguir sus clases a través de Internet. Incluso su hijo mayor, Ronaldo, que había empezado a estudiar ingeniería de sistemas, y siempre tuvo buenas notas, ha tenido que abandonar su carrera y, con ellos, el sueño de tener una vida mejor.

Situaciones similares viven muchas familias vulnerables en Perú, a las que, a su situación precaria, se ha sumado la crisis socioeconómica que ha traído la pandemia.

En el barrio de Huachipa, Cesal proporciona alimentos y atención básica a 1.200 familias peruanas y migrantes procedentes de Venezuela, que viven en la zona; ofrece soporte educativo digital a más de 200 niños con problemas de aprendizaje; y atiende a 40 niños que no cuentan con ordenador ni teléfono móvil, a través de promotores educativos para que puedan seguir con sus estudios.

LA INFANCIA, MUY PERJUDICADA EN HAITÍ

Al poco tiempo de volver a la normalidad en Haití tras un año sacudido por una «gran inestabilidad» política, llegó la pandemia y las escuelas volvieron a cerrar, como también tuvieron que hacerlo los comercios y las actividades productivas del país.

Por ello, la infancia esta siendo «muy perjudicada» durante todo este tiempo en el país, por el «sufrimiento al que se ve sometida» y al verse privadas de nuevo de uno de sus derechos fundamentales, la educación.

Prevenir el coronavirus en Haití pasa, según ha asegurado la organización, por observar una buenas normas higiénicas, para lo que se necesita agua, un bien escaso en el país, más aún en la zonas rurales, donde el 70 por ciento de la población carece de acceso.

En este país, Cesal trabaja en el distrito escolar de Thiotte con 27 escuelas rurales, donde ha impulsado la prevención del contagio, a través de campañas de sensibilización que llegan a las zonas más remotas. Asimismo, ha instalado puntos de lavado de manos y tanques de agua potable; y distribuido kits de higiene, llegando a 1.200 personas.

VENEZUELA, MÁS AFECTADA POR SUS CONDICIONES PREVIAS

Antes del inicio de la pandemia, la precariedad sanitaria, la escasez de alimentos y de medicinas, de agua, los cortes de electricidad y el desabastecimiento de combustible, obligaron a migrar a millones de personas de Venezuela.

Con la llegada del Covid-19, la ONG ha advertido de que estas condiciones previas pusieron de manifiesto la imposibilidad de la población de atender las recomendaciones básicas de prevención, ya que «una pastilla de jabón cuesta lo mismo que 1 kilo de alubias». El virus también ha dejado patente la «carencia» del sistema de salud de hacer frente a los casos de contagio y «ha recrudecido» la emergencia preexistente.

En la ciudad venezolana de El Tocuyo, dada la situación previa a la emergencia sanitaria, Cesal empezó a colaborar con las Hermanas del Sagrado Corazón, quienes, desde la escuela, estaban ofreciendo una comida saludable a los niños y niñas de cinco a nueve años en riesgo de desnutrición.

VIOLENCIA SIN UN ORIGEN CLARO EN MOZAMBIQUE

La organización también está presente desde hace dos años en la provincia de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, un zona remota, aislada del resto del país, cuya población ha padecido desnutrición crónica.

En la zona, las infraestructuras básicas como carreteras u hospitales «brillan por su ausencia»; no hay agua potable; y la economía es de «pura subsistencia». En 2019, dos ciclones complicaron la ya difícil situación de la población, que también es víctima, desde hace tiempo, de la violencia que padece la región, que «no tiene un origen claro», ya que se mezclan intereses económicos, tráfico de estupefacientes, de marfil o la existencia de milicias islamitas.

«Ya son más de 250.000 las personas desplazadas que huyen de la violencia y de la pobreza, generándose una grave situación desde el punto de vista humanitario», ha lamentado Cesal, al tiempo que ha asegurado que la población que permanece en la provincia ha sufrido «un brote grande» de Covid-19.

En Cabo Delgado, la ONG mantiene su trabajo de producción agrícola de maíz, yuca y hortalizas para asegurar la alimentación de la población; y está llevando a cabo campañas de sensibilización dirigidas a la población, para protegerse frente al coronavirus.

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