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sábado, 20 abril 2024
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Tabaquismo: ¿que tan responsable es nuestra adicción?

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Existen múltiples justificaciones que apoyándose en la «propiedad » adictiva de la nicotina pasan por alto el rol que juega la voluntad y nos entregan una buena excusa para no dejar de fumar. Ahora bien, desde cierta perspectiva técnica tiene sentido considerar que la nicotina es adictiva, pero es irresponsable asumir esta «caracterí­stica » como la «explicación válida » sobre la dificultad para dejar el cigarrillo ya que nuestras decisiones siempre constituyen un acto volitivo. De hecho está demostrado que la mayorí­a deja el cigarrillo por su cuenta, de un dí­a para otro.

En defensa de la dificultad para dejar el tabaquismo se esgrimen variados argumentos técnicos como la aparición del sí­ndrome de abstinencia, la dependencia fí­sica, sicológica, social, etc., pero tales caracterí­sticas no  explican ni justifican la condición de fumador y creer que lo hacen es caer en una trampa. Nuestras decisiones siempre implican optar, de hecho debemos renunciar a algo cuando deseamos el beneficio de lograr otra cosa ya que toda acción acarrea un costo alternativo. Dejar de fumar implica por lo tanto, privarse de ciertas cosas para favorecer la obtención de otras y desde este punto de vista dejar de fumar no se diferencia cualitativamente de miles de otras decisiones sobre cambios de conducta que tomamos las personas. «Desde ahora llegaré temprano al trabajo » por ejemplo, es una decisión cualitativamente similar.

Algún fumador impermeable a los argumentos vertidos aquí­ podrá esgrimir que la nicotina es adictiva y que, en consecuencia, la dificultad de mantenerse sin fumar es mayor que la del esfuerzo involucrado en llegar temprano al trabajo, ya que la adicción implica la búsqueda compulsiva de la nicotina y, aunque esa postura es razonable, cabe preguntarse ¿cuánto mayor es la dificultad de dejar el cigarrillo respecto de la dificultad de mantener la promesa de llegar temprano al trabajo?. En esencia el nivel de dificultad es imposible medir y debemos conformarnos con suponer que  la dificultad de dejar el cigarrillo es mayor pero entonces ¿cuál es el grado de dificultad a partir del cual la voluntad es ineficaz para provocar un cambio de conducta?. Al parecer la diferencia entre el grado de dificultad de una u otra acción no es absoluta sino que es relativa al tipo de motivación que impulsa al sujeto a tomar la decisión respectiva, a su vez, directamente relacionada con la forma en que él explica la situación.

Si a partir de «cierto grado de dificultad » la voluntad fuera ineficaz para provocar un cambio de conducta, ¿cómo explicarí­amos el hecho de que alguien que se declara en huelga de hambre sea capaz de decidir permanecer sin alimentación durante varias semanas a pesar de que el «comer » es una necesidad biológica cuya insatisfacción no sólo provoca malestar y daño fí­sico sino que también compromete la propia vida del individuo?, ¿cómo explicarí­amos la abstinencia sexual a la que se someten voluntariamente algunas personas en virtud de consideraciones religiosas, éticas o morales?, ¿cómo podrí­amos entender que algunas personas decidan caminar descalzos sobre las brasas y así­, tantas otras acciones claramente antinaturales?.

La literatura en general habla de una adicción como un estado del individuo que se caracteriza por un impulso «incontrolable » de consumir ciertas drogas con el objetivo ya sea de experimentar los efectos que provoca o de aliviar el malestar ocasionado por la falta de la sustancia (sí­ndrome de abstinencia).

Se indica normalmente que los adictos buscan de manera «compulsiva » la sustancia en cuestión y, a su vez, la palabra «compulsivo » se asocia a un impulso «obsesivo «, «irresistible «. íšltimamente se ha extendido el concepto de adicción a otras actividades no relacionadas con el consumo de drogas como la ludopatí­a (adicción al juego) y el sexo, por ejemplo.

A partir del comportamiento de un adicto es posible inferir que éste necesita consumir la droga adictiva (o realizar la actividad adictiva) con mayor fuerza que los no adictos y es a eso a lo que llamamos «incontrolable «, «compulsivo «, «obsesivo «, «irresistible «, no obstante ello, el grado de «irresistibilidad » es esencialmente imposible de medir. ¿Cuánta necesidad tengo de algo para establecer que es incontrolable?, ¿Qué significa que no puedo controlar los deseos de consumir?. Observemos que, sin perjuicio del tipo de efecto psicofí­sico que provoca la sustancia adictiva, las definiciones de adicción siempre se refieren a «conducta orientada a €¦. «, «búsqueda compulsiva de€¦. «, «necesidad irresistible de €¦ «, «inclinación obsesiva a€¦. «, «impulso incontrolable de €¦. «, etc., y por lo tanto, de un cierto grado mayor de necesidad de la sustancia en relación con el grado en que necesitamos otros elementos en nuestra vida. La OMS (1957) establece las siguientes como caracterí­sticas propias de la adicción «Deseo o necesidad abrumadora de seguir tomando la droga y de obtenerla por cualquier medio. Tendencia a aumentar la dosis. Dependencia psicológica y generalmente fí­sica de los efectos de la droga. Aparición de un sí­ndrome de abstinencia, con sí­ntomas de sufrimiento agudo, ante el retiro de la droga. Efectos perjudiciales para el individuo y la sociedad »

Notemos algo importante: lo señalado anteriormente no habla de la droga, sino que habla de la relación que establece el individuo con el hábito de consumir la sustancia y cabrí­a preguntarse ¿por qué el individuo genera ese tipo de relación de dependencia con el hábito del consumo?. La tentación es responder que la caracterí­stica adictiva de la sustancia es la responsable del asunto pero entonces volvemos la espalda a la responsabilidad del propio individuo y su capacidad de decidir sobre lo que hace, transformando esa explicación en la justificación de la situación que se desea cambiar, justificación que resulta inútil porque, además de ser la pí­ldora contra la «sensación de irresponsabilidad » fomenta en el adicto la mantención de una práctica que él desearí­a cambiar, pero que no cambia porque justifica su actuar aduciendo que la droga es adictiva. El propio término «adicción » es una invitación a entenderlo como una justificación, como una explicación eximente.

No se trata de negar los efectos psicofí­sicos o el hecho de que el afectado desea la droga cuando no la tiene; se trata más bien de establecer que es la justificación la que le impide tomar la decisión de aceptar ciertas condiciones de abstinencia en beneficio de una situación futura más saludable y esa decisión es emocional. Si el adicto no toma la decisión de liberarse de una sustancia adictiva es porque no hay una disposición emocional a hacerlo y no porque la sustancia es adictiva. La ausencia de esa disposición emocional debe buscarse en la manera en que el individuo se explica a si mismo y a su circunstancia dentro de su entorno y no en la caracterí­stica adictiva de la sustancia en cuestión. Es la manera inadecuada en que el individuo explica su condición la que transforma la explicación en justificación, no la caracterí­stica adictiva de lo que consume. Se hace necesario conjurar entonces la interpretación de que dicha decisión no depende del individuo y eso se logra cambiando la manera de observar el problema.

Hay una relación circular entre la emoción del miedo a sufrir por la abstinencia y la justificación basada en la dificultad y la propiedad adictiva de la sustancia. Esa relación circular es la que hay que romper ya que mantener el argumento de la dificultad y la propiedad adictiva es alimentar la dinámica justificativa del adicto y confirmar la relación circular. Para romperla se requiere una intervención interpretativa ortogonal constituida por una visión distinta del problema que considere la dificultad como una forma de relación entre hábito e individuo y no como una caracterí­stica constitutiva del hábito. De esta forma el «adicto » será consciente de que aquello a lo que normalmente llamamos «fuerza de voluntad » no es una mayor tolerancia al sufrimiento ni algún tipo de coraza contra el sí­ndrome de abstinencia, es el resultado del tipo de disposición a la acción que mueve a quien se siente «a cargo » de lo que hace.

Al lector interesado en el tema lo invito a comunicarse conmigo a ayudasolucion@gmail.com con el objetivo de acceder a mi libro ¿Fumar o no fumar? o participar de mis charlas sobre tabaquismo

Lautaro Gajardo Millas

Ingeniero Industrial

Fuente del artí­culo http://www.articulo.org/1176/talero

 

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