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viernes, 19 abril 2024
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Fundación Padre Garralda-Horizontes Abiertos cumple casi 40 años ayudando a las personas más necesitadas de la sociedad

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La Fundación Padre Garralda-Horizontes Abiertos nació en 1978 con la intención de dedicarse a los más desfavorecidos, una labor que ha desempeñado hasta el momento trabajando por la integración social de los distintos colectivos que se encuentran en situación de marginación, como toxicómanos, presos, hijos menores de mujeres encarceladas y enfermos de sida, personas que, en palabras de su fundador y presidente de honor, el jesuita, Jaime Garralda, «lo que necesitan es mucho cariño».

«Lo peor no es pasar frío ni hambre, lo que estas personas necesitan es cariño, hacer con ellos cariñoterapia», explica Garralda en una entrevista concedida a Europa Press en la sede de la Fundación, situada en el barrio madrileño de Las Tablas, donde hace hincapié en la situación de «los niños de madres encarceladas, la mayor injusticia que hay en el mundo» y en las secuelas que deja la droga.

«Lo de los hijos de las presas es una bestialidad. El hombre forja su carácter en los tres primeros años de vida y estos niños están condenados a ser delincuentes y eso es inadmisible», lamenta el jesuita, que también tiene palabras para los drogadictos que, en su opinión, son «enfermos a los que no hay que pegar sino curar».

Durante estos años, la organización ha asistido a cerca de 2.000 bebés, ha ayudado a salir de la droga a más de 6.000 personas, y ha contribuido a que 40.000 personas se planteen una reorientación en su vida, con la ayuda de más de 1.000 voluntarios.

«Yo siempre les digo: vete y no te acuerdes de mí. Lo que hay que dar es cariño», reitera el padre Garralda, que también hace un llamamiento a las empresas, para que colaboren con los programas que se llevan a cabo y destaca el respaldo obtenido por parte de las Administraciones, así como de otros organismos, como Instituciones Penitenciarias, con la que colabora en el desarrollo de programas en las cárceles.

«Cuando llegamos a las cárceles, los presos nos contaban sus necesidades. No se trata de dar sardinas al sediento sino de dar lo que se necesita. Lo que hay que hacer es dar lo necesario», insiste el jesuita, que concibe la cárcel como un espacio «para curar, no castigar».

Precisamente, todas aquellas personas que se encuentran encarceladas y están decididas a acceder a una vida normalizada una vez que hayan cumplido sus condenas son uno de los colectivos a los que la ONG presta su ayuda, junto con personas inmigrantes o con dependencia de sustancias tóxicas que se encuentran en proceso de deshabituación; niños menores de tres años que se encuentran en la cárcel por cumplimiento de condena de sus madres; o madres con niños pequeños y que debido a la falta de recursos se encuentran en grave riesgo de exclusión social.

Para los menores en riesgo de exclusión se organizan campamentos, como el que tiene lugar del 26 al 30 de junio en Torre Alborache (Valencia). Este campamento, en el que participarán 56 personas, está integrado en el marco de los programas de ayuda de atención integral de la fundación para ayudar a madres con niños de 1 a 7 años que se encuentren en riesgo de exclusión.

La ONG –cuya presidenta es Dolores Navarro Ruiz– también trabaja con las personas que viven «sin techo» y «sin esperanza». En alusión a ellos, el padre Garralda indica que «no se trata de pobres, sino de marginados; gente a la que nadie se acerca y a los que ni siquiera se mira cuando pasas a su lado. Sin aprecio, no se cura el desprecio».

PROYECTOS

La Fundación Padre Garralda-Horizontes Abiertos realiza distintos proyectos en los centros penitenciarios españoles, entre los que destacan el programa ‘Gárate’, orientado a proporcionar a las personas privadas de libertad las herramientas necesarias para posibilitar su reinserción social y laboral una vez cumplida su condena.

También destacan el programa ‘Javier’, destinado a que aquellos reclusos que se encuentran en la última etapa del cumplimiento de su condena y no tienen familiares que les avalan, puedan acceder al permiso penitenciario, viviendo en un piso gestionado por la Fundación; el programa ‘Kotska’, de apoyo a los niños de madres reclusas que residen en las cárceles hasta los tres años; o el programa terapéutico ‘Loyola’, que ofrece a los internos ayuda para deshabituarse del consumo de drogas, como primer paso para la adquisición de destrezas que posibiliten la inserción social al término de la condena.

Este mes de junio, el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, en compañía del consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Jesús Sánchez Martos, visitó la sede de la Fundación Padre Garrralda-Horizontes Abiertos y agradeció la labor que hace a favor de los marginados. También animó a los pacientes en su lucha por abandonar la droga, afirmando que «Dios os ha dado dignidad y nunca os la ha quitado».

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