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viernes, 19 abril 2024

La gran fuga de un padre y una hija por una grave enfermedad.

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Durante las últimas semanas he estado escribiendo sobre la situación en Libia, el oeste de Libia, en particular. Todo, desde el tráfico ilegal hasta las milicias que ejercen su poder e influencia en todos los aspectos de la vida, sin olvidar el enorme problema de ISIS y sus intentos por establecer un bastión en el área. Sin embargo, las cosas han empeorado – a medida que los bancos se quedan sin dinero en efectivo, lo cual hace que los ciudadanos no puedan tener acceso a su dinero desde hace cuatro meses. Los locales han estado haciendo cola enfrente de los bancos para retirar efectivo pero sin suerte. Las historias de ancianos que han pasado la noche en la puerta del banco para estar al principio de la cola se han convertido en habituales. Los rumores de entregas de dinero al banco darán lugar a que llegue más gente esperando tener acceso al dinero. La situación normalmente termina con una gran conmoción. Con las emociones a flor de piel, surgen peleas y discusiones; los miembros de la milicia intervienen sólo para empeorar las cosas, se utiliza la munición para dispersar a la multitud y todo empieza otra vez a la mañana siguiente.

En medio de esta nueva realidad en Sabrata, llega un hombre joven al final de la cola y pregunta si se va abrir el banco y si hay dinero en efectivo. La mayoría de los días la respuesta sería no. En esta rara ocasión el banco sí abrió, se sentó y esperó debajo de un árbol enfrente del banco, ya que hacía mucho calor para esperar a la puerta del banco. “No hay sombra”, dijo Ahmed al mirar desde lejos a la multitud de personas reunidas en las escaleras del banco de Al-Jamhuria, enfrente de la plaza central de Sabrata. Ahmed me dice que es jefe de departamento en el ministerio de asuntos sociales. Sonríe y pregunta “¿sabes lo que significa? Se supone que tengo que ayudar a la gente pobre que no tiene dinero y ahora ninguno tenemos dinero”. Lo repite siempre que habla de sus problemas de dinero. Ahmed me dice también que tuvo que vender su coche para sobrevivir. El y su joven familia con dos hijos. “Supone más presión para los padres porque los niños no entienden la situación política ni el poder que tienen las milicias, todo lo que saben es que necesitan cosas y las necesitan inmediatamente.

Entre bromas, Ahmed me dice que debería haber sido listo y haber invertido el dinero que consiguió con la venta de su coche como el hijo del viejo Barbar. Sonríe y dice “ahora es demasiado tarde, tengo mujer y dos hijos”. Confuso porque no sé de qué inversión me está hablando, me aclara “comprar un pequeño bote de pesca y cruzar a Italia”. Ahora todo tiene sentido; el hijo de Barbar desapareció de repente, hace años. La mayoría de la gente pensó que había muerto en la revolución de 2011, pero resulta que vive en Suecia, se casó y tiene su propio negocio. Cruzó a Italia en el barco de unos contrabandistas con otros inmigrantes ilegales. Ahmed dice que fue valiente. “Ahora es imposible vivir aquí, últimamente decenas de jóvenes locales han cruzado ilegalmente, algo que era tabú, un acto vergonzoso y cobarde para muchos. Pero ahora, con todo lo que está pasando en Libia, cada vez más jóvenes hablan abiertamente de pagar para que los introduzcan ilegalmente en Europa. Lo único que los frena es el dinero. Cruzar a Europa cuesta 1.500 euros. Eso es más de 7000 LD. Para un libio medio hoy en día, es casi imposible reunir esa suma”.

image1 (4)Al investigar más a fondo este fenómeno, surge una historia increíble en Sabrata. Un joven padre libio con su joven hija arriesga su vida y la de su hija para cruzar el Mediterráneo en un pequeño bote de pesca. La historia se difunde en todos los medios de comunicación social libios. Consigo hablar con él por teléfono simplemente para preguntarle qué le llevó a arriesgar su vida y la de su hija de esa manera.

Abdalhakeem Al-Shaibe es un ingeniero mecánico de Sabrata que tiene tres hijos. Se dio cuenta de todo lo que iba mal en Libia. Le pregunté directamente por qué lo hizo. Me contestó que no tenía elección. “Mi hija Sajaeeda se estaba muriendo delante de mí. No tenía opción”. Y entonces Abdalhakeem empieza a contarme su historia y la de su hija.

Sajaeeda tiene una rara enfermedad de la sangre llamada anemia aplástica que requiere mucha atención médica. Se le diagnosticó la enfermedad en 2013 y empezó una larga batalla; esta niña valiente y su increíble padre a su lado contra la enfermedad. Abdalhakeem sigue contándome lo malas que son las instalaciones y la atención médicas en Libia por lo que decidió ir a la vecina Túnez en busca de tratamiento con todos los gastos que ello suponía. Estaba dispuesto a todo y a gastarse todo lo que tuviera para pagar el tratamiento de su querida hija. Tras algunos meses en Túnez, Sajeeda tuvo que volver a Libia para solicitar la ayuda del gobierno con el fin de cubrir los gastos de las crecientes facturas médicas. Tras meses de ser ignorado por el gobierno y rechazado por los hospitales locales, con la salud de su hija empeorando, Abdalhakeem decidió desafiar los peligros. Llevó a su hija al hospital principal de Trípoli, pero, desafortunadamente, como otras muchas instalaciones, tenía poco personal, no contaba con financiación suficiente y no pudieron ingresar a la niña como paciente a no ser que su padre accediera a proporcionar la sangre semanal que necesitaba para la transfusión – una sentencia de muerte para Sajeeda. Ante todos estos problemas, nunca perdió la esperanza ni dejó de creer que su hija conseguiría lo que necesitaba. Los obstáculos continuaron durante meses, todo ello en medio de una guerra en el aeropuerto entre las milicias de Misurata y de Zintan por Trípoli durante el Ramadán de 2014.

Con la situación de seguridad en ruinas, Abdalhakeen y Sajeeda recibieron la primera buena noticia cuando un amigo de Turquía contactó con ellos y les animó a ir a Estambul con la promesa de que un contacto en la embajada libia pagaría las facturas médicas de Sajeeda. Aunque un viaje a Turquía suponía una enorme carga financiera para la familia, familiares y amigos les apoyaron. Abdalhakeem y Sajeeda se desplazaron a Turquía y ella empezó su tratamiento de transfusiones semanales de sangre. Algún tiempo después, encontraron una médula compatible con Sajeeda en Alemania y se programó una operación de transplante. La embajada se negó a pagar la operación y ordenó al hospital que cerrara el expediente. El hospital informó a Abdalhakeem de la noticia y le dijo que no podían hacer nada. Abdalhakeem hizo todo lo que pudo para solucionar las cosas pero no tuvo suerte. Uno de los funcionarios de la embajada incluso le dijo que se llevara a su hija de vuelta a Libia para que pudiera morir en casa. Abdalhakeem no podía creérselo y se puso a llorar. “Fue un momento muy duro, el peor momento en la vida de alguien es cuando te das cuenta de que no puedes hacer nada por tus hijos”. Cogió sus cosas y volvió a Trípoli con Sajeeda para encontrar otra solución.

Justo después de llegar a Trípoli, la salud de Sajeeda se deterioró y fue ingresada en el hospital general de Trípoli esa noche, mientras Abdalhakeem hizo esfuerzos desesperados por buscar donantes para que le dieran sangre a su hija. Un enfrentamiento entre las dos milicias en Trípoli paralizó la ciudad y Abdalhakeem se vio envuelto en medio en el distrito de Abu Saleem. Me dijo “fue entonces cuando me vino el pensamiento, mientras estaba sentado en mi coche con las balas volando a mi alrededor. No me importaba, sólo puedo pensar es que si me quedo mi hija morirá. Sólo es cuestión de cuándo”. A primera hora de la semana siguiente, a la cabecera de la cama de su hija, Abdalhakeem empezó a preguntar a sus amigos más allegados cómo podría comprar un barco de pesca, cómo usarlo, cuán lejos estaba Italia y toda la demás información que podía conseguir. “Sabía que en Europa no dejarían morir a mi hija, que me ayudarían. Lo sabía y sabía que si nos quedábamos en Libia mi hija moriría, era así de sencillo. Mi principal problema era encontrar un bote, ya que viajar con otras personas era un riesgo para el débil sistema inmunológico de Sajeeda. Un pequeño bote de pesca para nosotros dos sería la única y mejor opción”.

Después de hacer algunas llamadas de teléfono, un amigo encontró un pequeño bote de pesca “flooka” por 6000 LD. Abdlahakeem pidió dinero prestado y lo compró al día siguiente. Le habló a su mujer de sus planes para cruzar el Mediterráneo los próximos días.image3 Tras comprobar los partes meteorológicos del mar y dar una clase de manejo de barcos y de cómo usar un GPS, Abdalhakeem estaba listo. Eligió el 26 de junio de 2016 para cruzar. Sólo un puñado de amigos íntimos y su familia fueron informados de sus planes y al día siguiente a primera hora de la mañana Abdalhakeem le dijo a Sajeeda que iba a hacer un viaje en barco. Estaba muy nervioso y rezaba todo el tiempo. Se pusieron en camino, seguidos por un amigo que era pescador e iba en un bote detrás de ellos por si había alguna emergencia. Les siguió hasta un punto, ya que temían que los guardias costeros italianos les pararan en su intento por detener el tráfico ilegal de seres humanos. “Tres horas después de iniciar el viaje, pude ver un barco grande a lo lejos. Tuve miedo pimage2 (1)orque estaba seguro de que era la marina italiana. Me dijeron que arrestaban a todos los libios que intentaban cruzar, pero yo estaba decidido. Ondée un pañuelo blanco y les esperé, ya que el barco que se acercaba empezó a hablarme por un altavoz. Señalé a mi hija que dormía entre sábanas.

Resultó ser un barco de la Cruz Roja que patrullaba la costa de Libia para rescatar migrantes y refugiados. Dos miembros del personal médico bajaron y examinaron a Sajeeda. Me sentí aliviado ya que se la llevaron a su barco”. Abdalhakeem recuerda mirar atrás al horizonte hacia Sabrata con el corazón latiendo a toda prisa, pero no puedo por menos que reconocer que había conseguido escapar con suerte.

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