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sábado, 5 octubre 2024
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El Papa anima a los jóvenes a seguir a María, «la influencer de Dios», y les pide que no tengan miedo

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El Papa ha animado a los jóvenes en su alocución a seguir los pasos de «María, la influencer de Dios» ante decenas de miles de peregrinos congregados en la Vigilia de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en el llamado Campo Juan Pablo II de la Ciudad de Panamá. El Pontífice también ha pedido a los jóvenes que no tengan miedo a abrir su corazón a Dios.

Arrancando el aplauso de los asistentes, Francisco ha recalcado que la Virgen, «la joven de Nazaret» no salía en las redes sociales de la época, no era una «influencer», pero «sin quererlo ni buscarlo se volvió la mujer que más influenció en la historia.

En este sentido, ha destacado la fuerza del «sí» de esa joven, de ese «hágase» que le dijo al ángel, que fue una cosa distinta a una aceptación pasiva o resignada o un sí como diciendo: «bueno, vamos a probar a ver qué pasa». «Fue algo más, algo distinto. Fue el sí de quien quiere comprometerse y arriesgar», ha subrayado.

Más adelante, el Papa ha precisado que ser un «influencer» en el siglo XXI es ser «custodios de las raíces», de todo aquello que impide que la vida se «vuelva gaseosa, se evapore en la nada». «¿Están dispuestos a decir sí?», ha preguntado a los asistentes y ante una respuesta débil ha insistido: «¿Qué pasa? ¡No se oye!», arrancando el ‘Sí’ multitudinario de los asistentes.

«¿Quieren ser influencer al estilo de María, que se animó a decir hágase? Solo el amor nos vuelve más humanos, más plenos, todo el resto son buenos pero vacíos placebos», ha recalcado.

Así, ha asegurado que «la vida que Jesús regala es una historia de amor, una historia de vida que quiere mezclarse con la de cada uno y echar raíces en la tierra de cada uno. «Esa vida no es una salvación colgada en la nube esperando ser descargada, ni una aplicación nueva a descubrir o un ejercicio mental fruto de técnicas de autosuperación. Tampoco un tutorial con el que aprender la última novedad».

El Papa ha escuchado los testimonios de los mexicanos Erika y Rogelio, que tuvieron un hijo a pesar de que les explicaron el riesgo que tenía el embarazo. «Ante su llegada, frente a todos los anuncios y dificultades que aparecían, tomaron una decisión y dijeron como María un «sí» y ahí tenemos a Inés», ha señalado Francisco en referencia a su testimonio.

También ha aprovechado este relato para defender a los débiles y enfermos: «¿Acaso alguien por ser discapacitado o frágil no es digno de amor?, ¿alguien por ser extranjero, por haberse equivocado, por estar enfermo o en una prisión no es digno de amor?», ha preguntado obteniendo a cada pregunta el ‘No’ de los asistentes como respuesta.

El Pontífice también ha reconocido que muchas veces se hace difícil entender el amor de Dios, pero ha subrayado que el primer paso es no tener miedo de recibir la vida como viene, de «abrazar la vida».

En esta línea, ha recordado los cuatro «sin» que dejan la vida sin raíces y se seca: sin trabajo, sin educación, sin comunidad, sin familia. Por ello, advirtió a los adultos de lo fácil que resulta criticar a jóvenes y pasar el tiempo murmurando si se les priva de oportunidades laborales, educativas y comunitarias desde donde agarrarse y soñar el futuro. «Sin educación es difícil soñar futuro, sin trabajo es muy difícil soñar futuro, sin familia y comunidad es casi imposible soñar futuro», ha avisado.

Ello lleva también a la «la cultura del abandono y de la falta de consideración, según ha relatado, cuando muchos sienten que no tienen mucho o nada para aportar porque no cuentan con espacios reales desde donde sentirse convocados. «¿Cómo van a pensar que Dios existe si ellos hace tiempo dejaron de existir para sus hermanos? Lo sabemos bien, no basta estar todo el día conectado para sentirse reconocido o amado. Sentirse considerado e invitado a algo es más grande que estar en la red», ha advertido.

Para el Pontífice, sentirse reconocido significa encontrar espacios en el que puedan sentirse parte de una comunidad más grande y puso como ejemplo a San Juan Bosco, arrancando de nuevo el aplauso de los presentes. «No se fue a buscar a los jóvenes a ninguna parte lejana o especial, sino que aprendió a ver todo lo que pasaba en la ciudad con los ojos de Dios y, así, fue golpeado por cientos de niños y jóvenes abandonados sin estudio, sin trabajo y sin la mano amiga de una comunidad», ha dicho.

Tras las palabras del Papa, ha seguido un acto de Adoración y Bendición con el Santísimo por espacio de tres cuartos de hora. Posteriormente, el Papa se ha retirado, pero los miles de jóvenes presentes han participado en la procesión de la Virgen Peregrina de Fátima, llegada desde Portugal y que estaba presente en el altar, que ha recorrido durante hora y media en procesión el recinto del Campo Juan Pablo Segundo.

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