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viernes, 29 marzo 2024
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Osoro rechaza el «dios-poder» y el «dios-dinero»

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El arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, ha llamado en su carta pastoral ‘Ser Iglesia misionera en la gran ciudad’ a acentuar los vínculos de la Iglesia con la urbe para convertir a los «desconocidos» en «hermanos», lo que le ha llevado a reflexionar sobre que el «dios-poder» y el «dios-dinero» suscitan «muertes, irracionalismos, fanatismos y fundamentalismos».

Osoro defiende los lugares donde la comunidad cristiana se reúne para buscar «lugares de encuentro donde todos son reconocidos y tratados en la dignidad que todo ser humano tiene y le ha dado Dios como estatuto de existencia en medio del mundo «.

El arzobispo defiende que decir ‘en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo’ y hacer esa señal públicamente en medio de la ciudad «no es un gesto más», al contrario, es «ese gesto único por el que quien lo hace reconoce que la primacía sobre todas las cosas la tiene Dios»

«El ser humano alcanza la máxima dignidad y la promueve cuando, viviendo esa comunión trinitaria en medio del mundo y junto a los hombres, construye esa ‘nueva ciudad’ de hermanos e hijos de Dios», ha añadido.

Ser misioneros en medio de la ciudad supone entregarse «a purificar y elevar la dignidad del hombre a la medida que solamente Dios ha dado, de tal manera que la fe y la adhesión a Jesucristo no es una cuestión secundaria o de unos ilusos engañados, es la cuestión más humana que jamás se ha podido presentar».

En la ciudad, hemos de volver a hacer descubrir lo que los primeros cristianos hicieron cuando comenzó la evangelización, es decir, «entrar en el corazón de aquellos hombres urbanos, hombres y mujeres de su tiempo; unos, paganos y entregados a toda clase de muerte, y otros, haciéndose dioses a su medida, que no daban salvación sino esclavitud, y que anunciaban el deseo de absoluto que estaba en sus corazones».

«El Dios que nosotros anunciamos no crea problemas para la paz en el mundo, ni tampoco para que los más pobres recuperen su dignidad, no crea odios, intolerancias o desuniones, no construye convivencia del descarte o de posicionamientos en los que unos tienen más privilegios que otros, al contario, si alguien tiene privilegio es el que más necesita», explica el arzobispo de Madrid.

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