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jueves, 28 marzo 2024
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Los pilotos españoles, guardianes del espacio aéreo báltico para contener el desafío ruso

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Más de un centenar de militares y cuatro cazas Eurofighter participan en la Policía Aérea de la OTAN interceptando aeronaves de Moscú. Más de un centenar de efectivos del Ejército del Aire español se encargan desde hace un mes de vigilar el espacio aéreo de los países bálticos y defender así el espacio de soberanía de la OTAN ante la presencia constante de aeronaves militares rusas, que se ha incrementado notablemente a raíz del estallido del conflicto en el este de Ucrania.

La base estonia de Ämari, a 45 kilómetros de Tallin, es desde finales de diciembre el hogar de un destacamento formado por 115 efectivos y cuatro cazas Eurofighter cuya misión es dejar claro a las aeronaves rusas que vuelan desde el norte de su territorio, en San Petersburgo, hacia Kaliningrado, al sur de Lituania, que los países bálticos, que no disponen de un sistema defensivo con aviones de combate, son miembros de la Alianza Atlántica.

El radio de acción de esta misión de Policía Aérea de la OTAN ocupa alrededor de 60.000 kilómetros cuadrados en el Mar Báltico y junto con España también están desplegados contingentes de Polonia e Italia, en una base de Lituania, y Bélgica, en otra base polaca.

Aunque esta misión se puso en marcha hace diez años y los países aliados se van rotando en turnos de cuatro meses, la preocupación en Estonia, Letonia y Lituania se ha incrementado en el último año debido a una mayor presencia militar rusa. En concreto, desde que estalló el conflicto en Ucrania.

144 INCIDENTES EL AÑO PASADO

Según datos ofrecidos por el Ejército del Aire estonio, mientras en 2007 los ‘incidentes’ con aeronaves rusas en el Mar Báltico se limitaron a siete, en los siguientes años se han ido incrementando progresivamente hasta que el año pasado la cifra llegó hasta 144. Además, en 2014 se registraron ocho violaciones fronterizas –aunque anecdóticas de sólo una milla–. Y todo ello por parte de cazas, aviones de transporte, bombarderos, de guerra electrónica o cualquier otro tipo de aeronave.

Lo que se denomina ‘incidente’ no es en ningún caso un acto hostil por parte de los aviones rusos. Se trata más bien de dejar constancia de su presencia en el Mar Báltico como una exhibición de su capacidad, a lo que las fuerzas de la OTAN responden mostrándoles también su poderío militar.

Salvando las distancias, algunos en la Alianza Atlántica reconocen que estas provocaciones de Rusia les recuerdan a tiempos de la Guerra Fría, cuando los aviones militares de Moscú volaban cerca del espacio aéreo de Alaska y Canadá sólo para dejar constancia de su poder militar.

La presencia de aviones rusos en el espacio aéreo de las aguas internacionales del Báltico escapa normalmente al radar civil de los países de la zona porque apagan sus transpondedores y no informan de su plan de vuelo. Mientras, los radares militares los detectan sólo como una «traza» que impide saber qué tipo de aparato está cruzando el mar. Es en ese momento cuando comienza la misión de los pilotos españoles y sus Eurofighter.

IDENTIFICAR Y ACOMPAÑAR

En un máximo de 30 minutos, dos cazas tienen que estar en el aire para mostrar su presencia a la aeronave rusa. En la mayoría de los casos, se trata de un mero acompañamiento y, en caso de que la OTAN dé instrucciones, establecer algún tipo de comunicación a través de señales visuales establecidas en los códigos internacionales. Nunca hay contacto por radio.

Según el jefe del destacamento español en Estonia, el teniente coronel Enrique Fernández Ambel, el cometido de los aviones del Ejército del Aire es «identificar» la «traza» que detectan los radares militares, verificar que sus intenciones no son «ofensivas» y después «hacerle saber que se encuentra cerca del espacio de soberanía de la OTAN» y que no debe infringirlo.

El teniente coronel asegura que con la presencia de los cazas aliados es suficiente. «Ellos saben que vuelan por aguas internacionales y saben que no pueden entrar en un territorio que no es suyo. De todas formas, no es su intención, su intención es simplemente volar por aguas internacionales», explica.

SEMANA CALIENTE Y SEMANA FRÍA

El día a día de los pilotos españoles depende de la semana, ya que las operaciones se dividen en ‘semanas frías’ (cold week) y ‘semanas calientes’ (hot week). En las primeras, el contingente se dedica a hacer vuelos de prueba por un espacio aéreo ya determinado por la OTAN. En las segundas permanecen en alerta a la espera de tener que salir para interceptar aeronaves rusas y los cazas van armados.

La utilización o no de este armamento con el que van equipados los cazas no depende de los pilotos españoles, sino que se determina a través de la cadena de mando de la OTAN, siempre siguiendo las denominadas reglas de enfrentamiento por las que se rigen las fuerzas armadas de todos los países.

La primera misión de interceptación tuvo lugar el pasado 19 de enero y le correspondió al piloto Joaquín Ducay, quien llegó a Estonia a finales de diciembre para incorporarse a la policía báltica. «Para un piloto de cazas es complicado estar en una misión real en España. Por eso, poder estar en una misión así es un honor y un privilegio, sobre todo en el marco OTAN», afirma.

En el primer mes de los pilotos españoles en la misión de Policía del Báltico de la OTAN han tenido que actuar en «varios» incidentes, si bien no han querido desvelar el número concreto por motivos de seguridad.

El contingente español, que acabará su misión a finales del próximo mes de abril, está formado por unos 115 efectivos, entre los que hay pilotos, personal de mantenimiento, un médico, un equipo de rescate, controladores aéreos y un equipo de protección (force protection).

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