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sábado, 5 octubre 2024
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España quiere que la OTAN mire al sur por el Sahel, pero también por Marruecos y Argelia

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El Gobierno ha venido alertando de la instrumentalización de la migración pero sin mencionar antes a Rabat ni ahora a Argel.

El Gobierno se ha marcado como objetivo que la OTAN no mire solo al este sino que también preste atención al sur, esgrimiendo sobre todo la inestabilidad y la creciente amenaza terrorista en el Sahel, pero también con la mirada puesta en Marruecos y Argelia, aunque sin mencionarlos expresamente para no enrarecer aún más el ambiente.

El objetivo de que en el Concepto Estratégico que la Alianza Atlántica aprobará en la cumbre de Madrid, donde se recogerán las que se considera son las amenazas para la próxima década y se plantea cómo afrontarlas, se mencione expresamente el flanco sur parece haberse conseguido.

Así lo dio a entender el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su comparecencia del miércoles en el Congreso, asegurando que ese era el objetivo que se habían marcado y «eso está recogido». La mención, según indican fuentes gubernamentales, será un párrafo dentro del texto, cuya redacción están negociando párrafo a párrafo los embajadores ante la OTAN.

El logro, de concretarse, es resultado de una intensa campaña en la que ha venido trabajando desde hace meses el Gobierno, principalmente el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, para tratar de hacer ver al resto de aliados que también hay amenazas en el flanco sur que acechan a la OTAN.

El Gobierno ha reclutado incluso para ello al Rey Felipe VI quien, con motivo del 40 aniversario de la entrada de España en la OTAN y ante los integrantes del Consejo Atlántico –que se encargan de redactar el Concepto Estratégico–, también llamó la atención sobre el flanco sur. «Nuestra seguridad colectiva también requiere que la Alianza preste cada vez más atención a los desafíos de la dirección estratégica sur», sostuvo el monarca.

SOLIDARIDAD CON EL ESTE

En su argumentario, el Gobierno ha recalcado en todo momento que es plenamente consciente de la amenaza que plantea Rusia al llamado flanco este –los países bálticos, Ucrania y otras antiguas repúblicas soviéticas como Moldavia o Georgia, entre otros– y por tanto es solidario con estos países, como lo demuestra su participación en las misiones de la OTAN en esta zona.

Dicha solidaridad ha quedado demostrada por el hecho de que, a raíz de la invasión rusa de Ucrania, España ha incrementado el despliegue de efectivos en misiones como la de Letonia, que ha pasado de 350 militares a 600 en junio, o las operaciones vigilancia del espacio aéreo del Báltico, donde habrá este año un total de tres despliegues.

A cambio, como explicó Sánchez en el Congreso, «si ocurre algo, y ojalá no ocurra, en el frente sur, nosotros también pediremos esa solidaridad», reiterando así el argumento que han venido repitiendo primero a raíz de la crisis migratoria vivida por Polonia y los países bálticos auspiciada por Bielorrusia y luego tras la invasión rusa de Ucrania.

PREOCUPACIÓN POR EL SAHEL

La situación en el Sahel es un asunto que preocupa a la UE desde hace años y que por tanto no es nuevo para los aliados, muchos de los cuales están presentes militarmente en países de esta región. Sin embargo, a raíz del doble golpe de Estado militar en Malí y del golpe registrado en Burkina Faso a principios de este año, la preocupación va en aumento.

En la región operan las filiales de Al Qaeda y Estado Islámico –el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM) y el rebautizado Estado Islámico en el Sahel–. En los dos últimos años, los yihadistas han expandido sus actividades cada vez más hacia el sur, con Burkina Faso como gran epicentro de la violencia, y con la mirada puesta en los países del golfo de Guinea, en particular Benín, Togo y Costa de Marfil.

Pero sin duda el factor que ha hecho saltar todas las alarmas, y que ahora está usando el Gobierno para reivindicar su postura, es la presencia de mercenarios rusos en Malí. La decisión de la junta militar de recurrir a la firma rusa Wagner –propiedad de un aliado del presidente ruso, Vladimir Putin– tensó aún más la relación entre Bamako y París y ha culminado con la petición de que las tropas francesas abandonen el país, una retirada que ya estaba en marcha en todo caso.

También preocupa el impacto que la guerra en Ucrania pueda tener en esta región, una de las más castigadas por el cambio climático, sobre todo por los problemas de suministro de cereales que está trayendo consigo el conflicto y que podrían agravar la inseguridad alimentaria y generar a su vez inestabilidad social. La consecuencia podría terminar siendo nuevos flujos de refugiados y desplazados, muchos de los cuales podrían poner su mirada en Europa.

Al mismo tiempo, según sostuvo este jueves Albares en un encuentro con periodistas con motivo de la próxima cumbre de la OTAN, «las amenazas son cada vez más diversas que nunca y requieren una respuesta más unida y coordinada entre socios y aliados».

LA INMIGRACIÓN Y LA ENERGÍA COMO AMENAZA

«Hemos visto cómo se utiliza la presión energética sobre la soberanía de nuestros países, cómo se instrumentaliza de manera totalmente inaceptable a las personas migrantes para presionar en nuestras fronteras, cómo los ciberataques se multiplican, incluidos aquellos contra infraestructuras críticas», subrayó.

«Lo hemos visto en el flanco este y podemos asistir perfectamente al uso de esas amenazas en el flanco sur», previno, defendiendo que «a ello debe responder la Alianza, todos unidos, de manera determinada y firme».

Ya durante la crisis vivida el pasado otoño por la llegada masiva de migrantes procedentes de Oriente Próximo a varios países de la UE alentada por Bielorrusia, el Gobierno mostró su solidaridad y alertó de que el uso de la inmigración como herramienta de presión también podía llegar del sur.

Entonces, aún inmersos en la crisis con Marruecos, el Ejecutivo tenía fresco aún en la memoria la entrada de más de 10.000 migrantes en Ceuta entre el 17 y 18 de mayo alentada por la inacción de las fuerzas de seguridad marroquíes en plena tensión con el país vecino por la acogida del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, y con el rechazo a reconocer el Sáhara como marroquí como telón de fondo.

Sin embargo, cada vez que habló de esta amenaza mientras duró la situación en las fronteras con Bielorrusia evitó mencionar a Marruecos, en un intento por no caldear aún más los ánimos. Ahora, la relación con el reino alauí se encuentra en una nueva etapa, tras el respaldo al plan de autonomía marroquí para el Sáhara, y el propio Sánchez resaltó los avances logrados en los dos meses transcurridos.

Pero quienes conocen a Marruecos no han dejado de advertir en este tiempo al Gobierno de que Rabat podría volver a las andadas en un futuro, tras haber comprobado que el uso de la inmigración como herramienta de presión, al igual que la asfixia a la que ha venido sometiendo a Ceuta y Melilla, podría dar sus frutos.

La resolución de esa crisis desató otra con Argelia, que retiró inmediatamente a su embajador y que esta semana ha ido más allá y, además de suspender el Tratado de Amistad, ha cancelado las operaciones de comercio exterior con España.

Por ahora, Albares ha dicho que el suministro de gas no se ha visto afectado por la medida –Argelia había asegurado hasta ahora que el envío estaba garantizado aunque la estatal Sonatrach amenazó por subir el precio– y el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, se ha mostrado confiado en que se mantendrá la cooperación en materia de seguridad, resaltando el descenso del 35% de la llegada de migrantes que se pueden atribuir a la ‘ruta argelina’.

Con todo, al hablar de la energía y la migración como herramienta de presión, Albares evitó mencionar a Argelia como antes ocurrió con Marruecos, aunque viniendo del sur esta amenaza solo puede proceder de estos países, o de Libia, que también se enfrenta a una grave inestabilidad.

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